domingo, noviembre 29, 2009

Quiero un Guybrush Threepwood

Yo suelo pasar muchísimo de los concursos vía blog, incluyendo el de Kurioso (que da un premio muy suculento) peeeeeeeeeeeeero, este es diferente. Hebep ha hecho un concurso en su blog que es... tremendo.

Va a hacer un sorteo, y para ese sorteo se pueden adquirir un número determinado de "papeletas", éstas se obtienen comentando en la entrada del susodicho (1 papeleta), añadiendo un link al blog vía twitter (2 papeletas) o haciendo una entrada en el blog de cada uno al respecto (5 papeletas). Las papeletas son acumulables pero no repetibles, comentar nueve veces en la entrada no nos dará nueve papeletas, si no una. Y os preguntaréis, lleva un rato hablando del sistema del concurso pero no ha dicho qué es lo que regala...

Aquí viene la parte más grande. En esta sociedad modernizada llena de gadgets e inventos varios para amenizar nuestra (in)existencia Hebep (con h muda) regala un estupendo bordado en punto de cruz con la imagen del más famoso y deplorable pirata de todos los mares nunca conocidos, Guybrush Threepwood, protagonista de la serie de aventuras gráficas de Monkey Island. ¡A mano! ¿Recordáis cuándo fue la última vez que alguien os regalo algo hecho a mano?

Dedicadle un rato, el blog es muy bueno (y muy friki, para qué negarlo) y el concurso es de por si lo hace más atractivo, pero es que esta niña se curra mucho las cosas como podréis comprobar.

¡Saludos y suerte para todos los que participéis!

miércoles, noviembre 25, 2009

Individualidad

¿Qué es lo que nos diferencia como seres individuales?

De partida ya me encuentro ante una duda, ¿a quién le planteo la pregunta? ¿A un amigo? ¿quizás a alguien de mi ciudad? ¿de mi país? ¿a un perro vagabundo en una calle al sureste de Bangladesh?

Más o menos, de forma exterior, somos muy parecidos. En la cultura occidental nuestros atuendos dicen ya muy poco de nosotros mismos, nos hemos cargado de un soplo un montón de movimientos y subculturas; la imagen no nos dice nada porque desconfiamos de ella por el simple hecho de que somos incapaces de transmitir nada a través de ésta.

Si desde fuera somos tan parecidos indaguemos en el interior. Si nos paramos a hablar con alguien en la calle lo más probable es que muestre tanto recelo al ser interpelado por un extraño que, al final, por no expresar lo que realmente piensa y por tanto, lo más íntimo de si mismo, descubriremos que las respuestas son espeluznantemente similares entre una persona y otra.

Otorguemos un voto de confianza, avancemos un paso más. Si llegamos a la habitación donde guardamos nuestras dudas, nuestros temores, nuestras esperanzas, nuestras alegrías... lo más probable es que encontremos un vínculo a cada una de las personas con las que las hemos compartido, porque en la mayoría si no hay participantes, hay público.

Si es esto lo que nos diferencia de los demás, estas experiencias, estas sensaciones, ¿qué pasa aquí? ¿qué ocurre con estas personas que cohabitan en nuestros recuerdos compartiendo un pedazo de su existencia con la nuestra? Para mí se hace obvio que una buena parte de lo que nos individualiza es terreno compartido para todos. Entonces, ¿qué ocurre si cierro esa parte de mi yo a alguien en concreto? A fin de cuentas pierde algo de si mismo, ¿no?

Pero lo cierto es que, con el tiempo, nos volvemos menos valientes a la hora de mostrarnos tal y como somos, con lo cual, indirectamente estamos vetando todos los accesos exteriores al fundirnos esa masa gris vital que nos sirve de pantalla contra el mundo. Y si esto es así, todos perdemos una gran parte de nosotros mismos  a costa de los demás. Nuestro inherente egoísmo nos llevaría a reprochárselo a los que nos rodean y cerrar aún más si cabe las rutas que llevan a esos recuerdos compartidos y desposeyéndolos de esta forma de lo que los hace únicos.

En resumen, gran parte de nuestra diferenciación reside hoy día en el consenso público, con una curva de campana en función de la cantidad de gente y el ámbito en el que se produce. Nuestra participación en los recuerdos de muy pocas personas pero muy intensos tendría un valor individual equiparable al de alguien que llegara a muchísima gente pero de forma muy superficial.

¿De aquí podría partir la atomización de las masas? No lo sé, pero para evitarlo yo tengo un blog en el que cualquiera puede revisar su pequeña contribución a mi individualidad.

En el hipotético caso de que aún la conserve, claro.

martes, noviembre 17, 2009

Puentes


Tenía muchísimas ganas de escribir esta entrada.

Ayer, por fin, crucé el tramo correspondiente a la Avda. Juan XXIII andando... ¡sin puentes! Desde que era pequeño escuchaba que iban a retirar los famosísimos bidones, que allí harían un parque y que el puente lo derribarían (derribarían... me encanta como suena esa palabra) y ahora ya no hay bidones, vale, tampoco hay parque, pero pronto tampoco habrá puente (aún sigue parte de la estructura temporal que hicieron en paralelo para que circulasen los coches pero ya no se puede cruzar a pie por allí) y ¿quién sabe? Quizás sí que construyan un espacio verde, quizás sí que lo vea y no sea tan fantástico ni imposible como pensaba que lo sería de pequeño.¿Quién sabe? ¡igual aún podemos soñar!

domingo, noviembre 08, 2009

¡Qué bonito es el latín!

Pedicabo ego vos et irrumabo,
Aureli pathice et cinaede Furi,
qui me ex versiculis meis putastis,
quod sunt molliculi, parum pudicum.
Nam castum esse decet pium poetam
ipsum, versiculos nihil necesse est;
qui tum denique habent salem ac leporem,
si sunt molliculi ac parum pudici,
et quod pruriat incitare possunt,
non dico pueris, sed his pilosis,
qui duros nequeunt movere lumbos.
Vos, quod milia multa basiorum
legistis, male me marem putatis?
Pedicabo ego vos et irrumabo.

-Gaius Valerius Catullus