Vengo, figuradamente hablando, de la entrevista en directo vía chatango al celebérrimo escritor Camilo de Ory, el cual desgrana acidez por los cinco costados de su ser. A pesar de los evidentes esfuerzos del administrador por centrar la conversación alrededor de sus últimas publicaciones y del libro que está a punto de parir (ya mismo sale de cuentas), la habitual mordacidad del ya mencionado no dejaba de sentirse en cada línea. Los que hemos podido conversar con él hemos encontrado a una persona grande, amable y con un sentido del humor incontrolable y al que no se le puede aplicar vector alguno.
Su irrevenrencia le ha llevado a denunciar los puestos de liderazgo a largo plazo (esto se traduce por ciertos comentarios sobre el Papa) y a hacer oscuras proposiciones a la fémina, al menos a la constatada, que intervenía en la conversación. Si leer el blog no es suficiente para los que aún no lo conozcan a fondo les recomiendo alguno de sus últimos libros, que así me aseguro un fondo para cervezas por las noches.
Me quedo con la frase con la cual ha cerrado la conversación después de que el administrador le agradeciera su presencia:
CamiloDeOry: ¿Cómo que gracias? ¡Quítate las bragas!
Como ya me comprometí en la entrada anterior, voy a hablar de Irlanda. Para empezar no puedo hacerlo sin empezar por lo que fue el "cebo" inicial... el cine. Hay muchas películas que hablan sobre Irlanda, otras tantas que hablan sobre irlandeses; hay muchas películas que hablan sobre Dublín y sus habitantes, pero para mí no hay un lugar que, a través de la pantalla de mi televisor, me haya enganchado más que Barrytown.
Este barrio obrero de Dublín es el centro de la adaptación fílmica de las novelas de Roddy Doyle The Commitments, The Snapper y The Van, o como son llamadas en su conjunto The Barrytown Trilogy. La primera la reconoceréis ya que llegó a nuestro país con su título original. Dirigida por Alan Parker nos contaba la historia de un grupo de soul en este pequeño barrio. Años más tarde Stephen Frears llevaría al cine la segunda de estas novelas, y una de las películas que más me gustan (visión obligada cuando ando depresivo), que en España nos llegó como Café Irlandés. En este film veíamos los problemas de la misma familia que en la anterior cuando su hija mayor queda embarazada sin saber quién es el padre... no es ningún dramón para los que estéis refunfuñando. De muestra, un botón:
- ¿Por qué has metido los dedos en el enchufe? - Mmm... ¿porque cabían?
La tercera parte de la saga en español se llamó La camioneta (un título que seguramente arrasó en su día en las salas de cine) y fue también dirigida por el tipo con amistades peligrosas. Aún no la he visto, pero está ya en mi lista particular.
Muchos pensaréis ¿esta te parece una buena razón para querer ir a Dublín? Ya sabéis cuál será mi respuesta: ¡Pues claro que sí!
Os dejo con una de las canciones más preciosas que he encontrado en ninguna peli, con ella acaban tanto Una maravilla con clase de mi adorado John Hughes como Café Irlandés. ¡Disfrutadla!
El artículo de Penélope Houston en la revista británica Sight & Sound, en 1955, titulado "El país sin descubrir" denuncia la frivolidad del cine en aquél momento, la respuesta no se hizo esperar. Lindsay Anderson, Karel Reisz y Tony Richardson encabezan un movimiento que pretende reflejar la sociedad del momento desembarazándose de la rigidez moral, formal y política que invadía los títulos cinematográficos de la época. Debido a esta libertad será llamado Free Cinema.
Paralelamente, en Francia surge un movimiento llamado la Nouvelle Vague donde un grupo de guionistas decide lanzarse a la dirección de películas. Éstas apostaban por la liberación en cuanto a técnica y capacidad expresiva, dando mayor importancia al cine de autor. Entre estos directores se encontrarían François Truffaut, Jean-Luc Godard, Louis Malle o Claude Chabrol.
Mi primer acercamiento a este movimiento paralelo fue, sin querer, cuando rondaba los doce años y cayó en mis manos Bajo la red de Iris Murdoch. Esta escritora perteneció al movimiento llamado Angry Young Men liderado por John Osborne el cuál fue de la mano del Free Cinema. Años más tarde, ya en la facultad de Ciencias de la Educación ví por primera vez If... de Lindsay en un proceso comparativo con El club de los poetas muertos, y sobre cómo se puede hablar de la misma historia usando efumismos o no, siendo If... la cara más cruda de la moneda. Con el paso del tiempo y gracias al señor Holly Martins fui conociendo obras como El nadador, Sábado noche y domingo mañana o La soledad del corredor de fondo que me dejaron más que extasiado. Hasta que una noche, cuando aún trabajaba en cierto centro comercial, descubrí que los domingos, a eso de las tres de la mañana, había un ciclo (como no) en la 2 de cine francés en vose, ¿la primera película? El fuego fátuo de Molle. Cada domingo, durante varios meses, tenía mi cita habitual con la Nouvelle Vague, tras Molle vino Truffaut y ya, cuando años más tarde conseguí una conexión decente a internet... digamos que mi filmoteca no para de aumentar.
Si hay alguna saga que me haya gustado especialmente, esa ha sido la que Truffaut dedicó al personaje de Antoine Doinel, comenzando con Los 400 golpes (que en francés es una expresión que viene a significar algo así como liarla mucho) y siguiendo en una saga de cinco películas que culminarían con L'amour en fuite (¿os suena?).
Que os recomiendo todas y cada una de las películas que he citado, está de más, sólo deciros que a partir de ahora ya no tendréis excusa para decir que no sabéis de qué hablo cuando me refiero a estas cosas.
Un saludo.
Iron Maiden - The loneliness of the long distance runner
Sólo un grupo tan especial como Iron Maiden podía hacer una canción sobre la película citada anteriormente, La soledad del corredor de fondo.
Hay cortos de calidad, y cortos con doble de calidad, este es de los que se salen. El susodicho es de Kike Narcea y ganó el premio Ex Aequo del jurado a la Mejor Película de Ficción del Notodofilmfest 2007. Una delicia.