Desde los albores de los juegos para PC ha habido juegos de aventuras. Al principio fueron las aventuras exclusivamente de texto, donde un texto descriptivo nos exponía una situación y nosotros respondíamos a ésta conforme unos comandos que eran tecleados en la parte inferior de la pantalla. Normalmente las opciones eran muy limitadas. Con el tiempo a estas aventuras las acompaña un gráfico de baja calidad que nos mostraba el lugar en el que nos encontrábamos. Todo esto fue evolucionando hasta llegar las aventuras gráficas. Ahí cambió el curso de todo.
La primera compañía en tener un éxito amplio en este campo fue Sierra On-Line con títulos como Leisure Suit Larry, Space Quest, Police Quest o el conocidísimo King's Quest, pero en 1987 surgió la competencia, Lucasfilm Games saltó a la palestra con un juego que causaría sensación Maniac Mansion.
Para los que no lo hayan jugado, Maniac Mansion era una aventura gráfica (AG de aquí en adelante) en la cual un malvado doctor (el dr. Fred) raptaba a Sandy Pantz la animadora del instituto y novia de uno de los protagonistas del juego, Dave. Y digo uno de los protagonistas porque además del susodicho había que elegir a dos amigos más para formar el elenco que se introduciría en la siniestra mansión, llena de momias con tv por cable, tentáculos con aspiraciones a estrella de rock, meteoritos morados megalómanos, hamsters y una motosierra sin gasolina. Parodia de las películas de terror de serie B el juego era todo un reto y a muchos nos hizo pasar tardes tremendamente divertidas en las cual, atascado por no saber cómo coger la dichosa llave que había en la lámpara de araña, te dedicabas a meter al hamster en el microondas y cocinarlo o mucho peor, a meter el tarro con agua, abrir el microondas y ver como tu personaje pasaba a engrosar las filas del cementerio. Cosas que, por cierto, no se podía hacer en la versión de Nintendo. Si queréis saber más al respecto pinchad aquí. Lo más importante es que para este juego Lucasfilm Games desarrolló un sistema específico que después integraría en muchas de sus aventuras gráficas, el SCUMM (Script Utility for Maniac Mansion) con el resabido juego de palabras (scum significa escoria en inglés).
Después de éste vino Zack McKracken, quizás con menos impacto que el anterior. Yo sólo lo ví en inglés y no jugué mucho, por tanto me lo salto. Sin acritud. Tras esto vino Indiana Jones y la Última Cruzada, y Loom. El momento de ruptura, donde se produjo un antes y un después para mí y para muchos fue en 1990. Salía a la luz una AG donde te ponías en el papel de un tipo que aspiraba a convertirse en pirata, llegaba The Secret of Monkey Island.
El que quizás sea el juego más divertido de la historia comenzaba con nuestro protagonista, Guybrush Threepwood (su nombre viene del archivo de imagen del personaje guy.brush, hasta que la mente calenturienta del gran Ron Gilbert decidió darle ese nombre) recién llegado a la isla de Mêlee desea convertirse en un afamado pirata, pero encuentra que, al poco de llegar el malvado pirata fantasma LeChuck ha raptado a la gobernadora Marley (cuando sólo hay un candidato, sólo hay una opción), así que llevado a partes iguales por las ansias de fama y el amor, Guybrush se embarca en un viaje hasta la mítica Monkey Island (repleta de caníbales y monos con tres cabezas) en busca de la base del malvado capitán. Pero lo que quizás era la parte más divertida de todas era la lucha de Guybrush por convertirse en un buen espadachín, y es que, como ya dijo el capitán Smirk, lo importante no es sólo tu habilidad con la espada, sino ser capaz de desarmar al contrario con un comentario mordaz. Y es que nuestro amigo se ve envuelto en el arte de los duelos de insultos, quién no recuerda famosas frases como "yo soy cola, tú pegamento" o "-una vez tuve un perro más listo que tú -te habrá enseñado todo lo que sabes" y es que, aunque muchos no lo crean, la genialidad de estos comentarios vinieron de la mente de uno de los más famosos escritores de ciencia ficción, Orson Scott Card.
Tras Monkey Island vino una secuela tan buena como la primera, seguida por dos partes más donde se echaba de menos el ingenio creativo de Ron Gilbert (así que el hombre decidió abrir un blog). A Maniac Mansion le siguió El día del Tentáculo, desternillante como ninguna, pero tras estas aventuras, y algun coletazo más, el mundo de las aventuras gráficas cambió por completo. Ya andaban por ahí otros juegos, con otros sistemas y con unos gráficos sensiblemente mejores, pero yo, y sé que muchos más, seguiremos añorando los días en los que para controlar el barco tenías que hacer una poción con vino, cereales y cosas así o discutir hasta la saciedad con el vendedor de turno para conseguir un descuento en tu flamante y destartalado nuevo pero usado barco pirata.
Sólo me queda daros el consejo que nos daba el propio Guybrush al finalizar The Secret of Monkey Island.
Nunca pagues más de veinte duros por un videojuego.