domingo, junio 15, 2008

De los duendes y sus tratos

Incluso los mercenarios más experimentados necesitan un descanso. Lo sabía, y por eso esta mañana decidí tomarme el día con otro ritmo. Tras comprobar que no había recibido ninguna misiva tomé un abundante desayuno. El cuerpo del guerrero es su principal arma, hay que cuidarlo bien, como los que me leen ya sabrán. Tras disfrutar de unas alegres tonadas, uno de mis compañeros de armas, el valiente Karz me habla sobre la justa que enfrentaría hoy al reino de Suecia contra el nuestro y que eso podría entorpecer nuestra intención de adquirir ciertas piezas de armadura que ya vamos necesitando... al final sería otro día.

Decidí que era el momento adecuado para curar ciertas heridas y, como ya me recomendó una amiga curandera, fui hasta la costa para recibir los rayos del sol. Una suave brisa soplaba desde el oeste y el calor no era abrasador para la hora del día en la que estaba. Con mis raciones y lo necesario para protegerme del aburrimiento me tumbé, disfrutando del sonido de las olas y de los gritos de alegría de los pequeños que allí había.

En este lugar fue donde encontré al primer duende del día. Era un duende viajero, al que hacía mucho que no veía. Tanto tiempo había pasado que tardamos dos horas en reconocernos. Cuando esto ocurrió me habló de su confinamiento en un barco, en altamar, y de los lugares que había visitado y cuánto habían abusado de ella... ¡Crueles empleadores!

Al volver a mi residencia decidí que mi aspecto no era el adecuado. Así no podría conseguir ningún contrato decente. Afeité tanto mi rostro como mi testa y me dí un buen baño. Pasado este momento, usando esa maravillosa bola de cristal, me puse en contacto con el segundo duende. Este duende era el duende de los misterios, tanto buenos como malos, así que la breve conversación, como ya venía siendo costumbre, quedó envuelta en brumas que no fui capaz de despejar.

Tras un rato de meditación hablé con el tercer duende, del cual los juegos eran su especialidad. Nos fuimos en su carro a un balcón que me enseñaron, donde alimentamos nuestro cuerpo con delicias del país de la bota. Al margen de que hube de dar mi nombre para dejar constancia de nuestra llegada, la alegre moza que regentaba el lugar tuvo una despedida un tanto... jocosa sino aduladora, al decir en voz alta mi nombre con un tono que cualquiera hubiera interpretado como... intencionado (a falta de encontrar un término más adecuado). Tuve que soportar las risas del duende mientras que charlábamos en el lugar donde la cerveza se sirve junto a las cuadras al estilo germano.

Dado que este duende partía, decidido a alargar mi estancia intenté ponerme en contacto con varios mercenarios, hasta que Edu, señor de las fugas, me confirmó su estancia en cierto campo donde se celebraban nobles justas.

Hasta allí me dirigí, fiero como un león y dispuesto a la lucha. Al llegar, maese Juan me recibió con sus comunes agravios contra los cuales arremetí tal y como se esperaba de mí. Tras andar por el Filo de la batalla nos decidimos a cambiar de lugar. El próximo encuentro esta en un lugar distante llamado Indiana, al que cierto grupo de juglares le dedicó una canción.

En ese lugar encontré al cuarto y último duende del día. Al llegar allí y desenvainar nuestras espadas vimos que la actitud de los contendientes no era la esperada. Uno de ellos, alto como un oso, se movía ebrio al sonido de los tambores, mientras que sus acompañantes les reían las gracias... Nosotros no entendimos nada. Hasta que el duende de la locura nos lo explicó. El pobre diablo estaba celebrando sus últimos días como mozo antes de convertirse en marido y había perdido su gema de contacto y con ella a doce de sus escuderos, con lo cual sólo le quedaron tres. Al llegar a Indiana se topó con este duende, que estaba emparentada con la que iba a compartir más de un día de su vida, la cual, amablemente, lo invitó a unirse a su locura.

Aunque mis compañeros no se atrevieron, yo no tuve más remedio que mantener conversación, la cual no digo que fuera desagradable, pero si era cierto que este duende llevaba consigo unas intenciones nada (o muy) honestas. Fugaces como las estrellas cuando caen al mar, mil pensamientos pasaron por mi testa, hasta que tomé una decisión.

Cuando maese Ruano, maestro de disfraces, apareció y tras la despedida del último duende, decidí que ya era hora de regresar a mi lugar de hospedaje. La verdad es que mi partida no fue muy decorosa, una bella dama se nos incorporó y aproveché ese momento, en el cual todas las miradas se posaban en ella, para despedirme de maese Juan y cabalgar raudo mi corcel.

Ahora, la vela que alumbra mis ojos mientras escribo se va apagando, indicándome que ya es hora de descansar. Hasta los mercenarios más veteranos han de someterse a los deseos de Morfeo. Así pues, mi fiel escudero, espero que este relato te ayude a comprender algo más del mundo de los duendes, tan difícil para nosotros.

Extraído del libro Manual para mercenarios y pendencieros, escrito por un anónimo en el vigésimo primer siglo de la era de nuestro Señor.

Survivor - Eye of the tiger

11 comentarios:

  1. :) qué escena costumbrista caballeresca tan bien narrada. Vuesa merced parece que ayer disfrutó tanto del mar como de la buena compañía. Alegróme mucho por vos.

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  2. Joder, espectácular narración de los hechos acontecidos ayer. Me inclino ante vos.

    Ese tronquito ninja no tuvo ningún estilo, que lo sepas.

    PD: Al final cumpli mi palabra y dormí en el carruaje, malditos extranjeros....

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  3. el tercer duende tiene las piernas llenas de "mordeduras" de mosquitos, lo que no saben los mosquitos que soy venenosa y los que chupan mi sangre sufren una muerte leeeeenta y dolorosa...


    Adios Roberrrtooooo

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  4. Creo que esta etiqueta es de mis favoritas. La lucha con el reino de Suecia fue aburrida pero con buen resultado oe oe oe oe!!! y Ljunberg... ay oma que rico.

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  5. La sangre de los duendes es mágica Ali, ¡todo el mundo en su sano juicio lo sabe!

    Maese Edu, usted sabe que en gran parte, la narración sólo es eso, lo bueno fue vivirlo con grandes acompañantes como usted.

    Duendecillo de los planetas, pronto veremos si su magia y mi espada son dignos contendientes.

    Bastek, sus conocimientos del arte hacen que su apreciación sea valorada enormemente.

    PD.: Por cierto Ali ¡yo no tuve la culpa! tú fuiste testigo que ni hice ni dije nada para provocar tal situación. ^^

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  6. sólo digo que me voy a tene que empezar a creer que eres un jarbreikeerrrr

    :P

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  7. Roberto, Roberto, Roberto... Una salida centril con ardor caballeresco? qué será lo siguiente, contarla como si fuera la vuelta al mundo de Willy Fog?

    Menos mal que entre tanto buenrrollista profesional quedamos gente con ánimo de ser destructivos gratuitamente.

    La imagen que ha descrito afeitandose la testa... Me ha producido un impacto sobrecogedor, le ruego no sea tan ilícito.

    Pd.:Se me ocurre que le voy a copiar el formato de la entrada pero enfocado a un tema más escabroso, como el de ir al baño...

    "El joven caballero de linda armadura soltó su mangual, el Sol relucía entre sollozos de nubes blancas. Cuando enderrepente un relampago de escalofrío azuzó su espina dorsal. Él sabía que se estaba cagando, y no sabía como quitarse la armadura..."

    Un saludo man!

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  8. Oh! Maese jas, y eso que no era mujer y tenía cinturón de castidad!

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  9. Vaya cómo está el patio. No sale uno un fin de semana y el centro se llena de damas, damiselas y duendecillos. Y eso que la mitad de las veces que salgo lo único que veo son orcos y trolls...

    En fins, el finde que viene no me pierdo el asedio xD

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  10. Lo dicho maese Karz, usted sabe que el triple entente tiene visiones distintas de la noche... y cuando digo VISIONES ¡me refiero a eso exactamente! ^^

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  11. cuidado con los duendes, sobretodo los del parque, esos que afuera de su casa tienen flores.

    We killed Strahd. Yeah

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