miércoles, septiembre 09, 2009

Ronda

El verano ha comenzado a partir a partir de este fin de semana. En esta estrecha visión de la realidad que queda injustamente encerrada en mi cuerpo y mis sentidos estará partiendo durante días.

Me ha dejado un regalo antes, tres días en Ronda. Hospedado en casa de Vane he tenido la oportunidad de conocer esa maravillosa ciudad. Rafi me había hablado muchas veces de lo preciosa que era, pero hasta que no lo he visto con mis propios ojos no podía creerlo. Durante el viaje de ida, entre las canciones que un mp4 conectado al coche despedía se enlazaban antiguas conversaciones en las que Manu me contaba el período en el que vivió allí. Todo eso formó una base sólida sobre la que se sostendría el alud de sensaciones que me esperaba.

Sabía de antemano que teniendo a Vanessa como anfitriona aburrirse sería imposible, pero no me imaginaba que tres días pudieran dar tanto de sí.

La feria de Ronda no se distingue especialmente de la que tenemos en Málaga. Teniendo en cuenta la población y su ubicación geográfica estaba bastante animada. Una feria de día muy similar a la nuestra pero con una presencia mayor de flamenco (y derivados) y una feria nocturna en la que las atracciones atraían a pequeños y mayores. Las casetas, estructuras montadas para la ocasión, ofrecían pocas opciones a los amantes de la música. Muchísimo flamenco y una única caseta donde se podían oír los mejores éxitos de los anuncios de melodías para móviles y algún que otro clásico, pero nada de Los Rodríguez, Celtas Cortos, Rafaella Carrá o tantos otros artistas que relacionamos con la feria.

Un dato curioso es que Ronda carece de pubs como tales. Bares de copas y taperías suplen esta falta durante la feria y, al igual que aquí, muchos despliegan enormes barras para que la multitud se divierta en la calle bajo el clima seco de la montaña.

Durante el fin de semana conocí a gran parte de los amigos y familiares de Vanessa y he de decir que disfruté muchísimo con todos ellos, desde Nieves, la preciosa prima de Vane, hasta Cristina tengo-que-cerrar-todos-los-bares causa de noches insomnes de mi anfitriona. Con la compañía de Melanie durante las salidas y las delicias culinarias de Ana, la madre de las contradicciones, parecía estar en casa y que hubiera vivido desde siempre allí.

Interminables conversaciones poblaron las 72 horas. Las relaciones de pareja, la amistad, el sexo, los años de instituto, la política local, la historia de Ronda, la economía mundial, el sistema capitalista y la atomización de las masas fueron temas que llenaron los días con un color intenso.

Desde el punto de vista artístico, Ronda con su Tajo, su Casa del Rey Moro y tantos, tantísimos lugares por visitar, se crece ante otros lugares cuya única distinción parece ser la calidad del vino. Puedo mostraros decenas de fotos, pero no es imposible compartir la sensación que produce alzar la vista y contemplar estos lugares.

Me gustaría poder volcar cuanto ha sido este viaje para mí en esta entrada, pero las palabras, como suele suceder, se quedan cortas, las sensaciones parecen vacías cuando el teclado las convierte en texto y los sentimientos pierden toda su fuerza al formarse en nombres, verbos y adjetivos.

Si no habéis estado ya, visitad Ronda y comprenderéis de qué hablo.

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