Días de lluvia

Y por fin rompió el cielo en mil gotas. Llueve, llueve como llevamos pidiendo desde el otoño que lo haga. Es esa lluvia que suele (y debe) acompañar las fiestas, las compras, los paseos nocturnos... la que hace que a uno le apetezca estar en una cafetería bien acompañado y con ese ritmo de fondo que marca el temporal.


Esta semana está siendo brutal. A pesar de que los primeros días no empezaron con buen pie por culpa del dichoso resfriado, poco a poco recuperé la forma y el miércoles por la noche ya estaba, desde las ocho, en el New York liándola con mi gente. Eso erá, por si eres de los que se lían con las fechas, el día 23. En la víspera de Navidad no bajamos el listón, sólo cambiamos la hora de llegada y de salida. Ayer, a pesar de ser festivo, tenía que trabajar desempeñando mi importantísima labor como catador de bares. A pesar de que el Chambao ya lo había catado, ayer noche repetimos (y vaya si repetimos), porque no había estado en un día de fiesta por la noche...


Vamos, que luego tengo la ya habitual partida, y para colmo esta noche he tenido que declinar una invitación a salir por parte de Vane que baja a Málaga con Maria Jesús. Mi cuerpo no puede más, pero cuando le sume las horas en casa de Delicado va a ser ya brutal.


No quiero tampoco que nadie me malinterprete, me lo he pasado genial cada una de las horas de estas fiestas, y eso que aún queda mucho por delante, algún cumpleaños, cambios de calendario...