martes, mayo 19, 2009

Mobile, qual piuma al vento

Bah, ¿para qué negarlo? Sigo en lucha contra mi mitad práctica. Aún espero encontrarme una mujer de ojos profundos y vivos que acepte una copa en un bar con piano. He de decir a mi favor que, a raíz de haber vivido esta situación miles de veces en mi enfermiza cabeza, me desenvuelvo bastante bien.

Hay momentos en los que pienso que todo esto es parte de cierta disyuntiva que gobierna mis sentimientos y mi actitud hacia las mujeres y el sexo en general. Si me dedicara a ir acostándome alegremente con prácticamente cualquiera, sé que disfrutaría con ello porque a nivel interno no tendría ese miedo intrínseco a quedarme sin sexo hasta que la señora de la guadaña venga a follarme. Si, por el contrario, me rindo a la infección romántica que las más veces aturde mi sentido común y las menos me da gratas alegrías, posiblemente me convertiría en un capullo más que intenta convencerse de que la mujer con la que comparte la cama es la que él quería... porque ¿para qué negarlo? por ahora la suerte no me ha sonreido.

2 comentarios:

  1. Yo suelo tener esa diatriba entre el amor romántico y follar, pero definitivamente, lo mío es el cuento del príncipe azul. Yo quiero un amor para toda la vida, eso sí, si dura una noche ¿qué le vamos a hacer? Pero en el momento será para toda la vida. ¿me explico? jajaj.

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  2. Estoy totalmente de acuerdo, 100% de acuerdo con tu teoría del amor para toda la vida de una noche.

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